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Dios y El Hombre

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¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?



El Dios al que adoran los seguidores de las grandes religiones monoteístas, ha hecho todas las cosas de la nada; el ser del no ser, la vida universal de la muerte universal: él es el Creador, él nos cuida y aconseja, interviene cuando lo cree necesario, administra su obra, la dirige, la gobierna, nos concede cierta autonomía y juzga según los actos de nuestra vida, de nuestras buenas y malas obras; pronuncia sentencias inapelables y eternas.

Dios, posee todos los atributos de forma absoluta y total: es la Justicia, la Bondad, la Misericordia, la Potencia, la Sabiduría infinitas. Nada escapa a su mirada, nada a su poder, nada a sus designios. Él es el creador del Universo y de la vida. Él es omnipresente, omnisciente, infinitamente justo e infinitamente bueno.

Él es el creador de todo y nosotros todos somos su creación. Si Dios existe, es inmutable, no cambia ni puede cambiar, es total, perfecto. Nada puede hacerlo más grande, más poderoso, más necesario, más feliz o más nada. Él lo es ya todo en potencia y en acto. Es inamovible, inmutable y eterno. Todos ellos son atributos únicos y necesarios de Dios. Estamos todos de acuerdo en ello.

Dios requiere todos y cada uno de los atributos que hemos acordado, puesto que lo definen como tal. Por ejemplo no puede no ser omnipotente, puesto que si no tuviera esa característica, no sería el Dios del que hablamos, sino otro personaje de alguna otra superstición olvidada.

La transformación, el cambio, son cualidades de la materia que podemos apreciar solamente porque las cosas cambian a diferentes escalas temporales, no tenemos ningún punto fijo en la realidad con qué compararlas; como sabemos, todo está moviéndose a diferentes velocidades relativas, solamente Dios sería ese algo fijo, lo único a lo cual podríamos referirnos como inamovible, eterno y necesario.

Ahora bien, si Dios, ese ente inmutable creó el Universo, cambió dos veces: pasando de la pasividad al deseo, y del deseo a la ejecución. Me explico. Una de dos, o Dios no creó el Universo, y por tanto no es Dios; o Dios no es inmutable, con lo que tampoco es Dios. Luego Dios no existe.

Si Dios creó el Universo, no puede ser ni eterno, ni activo, ni necesario. Este Dios tendría dos estados, de los cuales en el segundo se habría caracterizado por un deseo, la voluntad de crear y se habría manifestado como una fiebre creadora "creándolo" todo; con ello no sería entonces inamovible ni perfecto, puesto que estaría sujeto a sus apetitos, habría estado inactivo, luego habría tenido la ocurrencia, luego el apetito, habría empezado a querer, habría querido con vehemencia, habría necesitado crear y habría creado, manifestando estar sujeto a los caprichos de la voluntad, como cualquier animal de este planeta.

Si el Universo necesitó y necesita de Dios, tanto para ser creado como para existir como es, entonces antes de su creación Dios no era necesario. Dios no es entonces eternamente activo y necesario, si no que empezó a serlo; antes de ello fue inactivo, innecesario e inútil. Luego no es Dios. No existe.

Ahora bien, la acción de "crear" es inconcebible para la mente humana. No existe nada en nuestra experiencia que corresponda exactamente a esa noción de crear teísta que nos han enseñado en el catecismo. Llamamos crear al hecho de organizar materiales ya existentes, como por ejemplo crear una obra de arte. Pero nada puede hacerse sin esos materiales. De la nada, nada puede salir.

Pero Dios es inmaterial. Lo inmaterial, no pudo haber creado lo material, ya que existe entre ambas nociones una diferencia cualitativa insoluble. O bien la materia coexistió con Dios, o bien él mismo es la materia. Si ya disponía de la materia, entonces, no es un creador y no es omnipresente, puesto que la materia ocupa un lugar separado de él mismo. Luego, no es omnipresente y no es Dios. Si en cambio es omnipresente, entonces él mismo es la materia, y no es un ser inmaterial, en absoluto. Luego, no es Dios.

Si es a la vez material e inmaterial es un ser híbrido, una dualidad, un engendro indeterminado que carece de la unicidad y pureza de Dios. Luego, no es Dios. No existe.

O bien Dios no es omnipresente puesto que existe un espacio indeterminado mayor que él, que lo contiene a él y a la materia del Universo; tan grande y holgado que en ese espacio gigantesco coexisten él y la materia, de lo que se sigue que no es omnipresente, ocupa un lugar determinado y otro espacio es ocupado por la materia, luego no es Dios; o bien Dios es omnipresente, y es entonces la materia misma, se intersecta con ella; entonces nosotros estaríamos dentro de Dios; seríamos Dios mismo, puesto que somos seres materiales.

No obstante, somos imperfectos y la materia está llena de imperfecciones, mutaciones, errores y cosas desagradables. Por ejemplo, parte de Dios sería una enorme cantidad de toneladas de excremento de todos los animales, de nosotros mismos, con todos los venenos, drogas, sustancias asquerosas de todo tipo naturales y artificiales, pues todas ellas son parte de la materia. Luego o bien Dios no es omnipresente o carece de esta característica a fin de mantenerse inmaculado, luego, en ninguno de los dos casos, es Dios. Luego, no existe.

Lo perfecto, no puede producir lo imperfecto. Lo perfecto y lo imperfecto están en una oposición absoluta y en perfecta contradicción, es imposible que alguno de los dos determine al otro, pues los separa de nuevo una diferencia cualitativa insoluble. Si Dios es perfecto, no pudo haber creado lo imperfecto. No obstante, lo imperfecto puede imaginar lo perfecto como oposición a los obstáculos que encuentra en su misma naturaleza, tal como hacen los matemáticos al imaginar cuerpos geométricos perfectos que son imposibles de fabricar en realidad.

Si, a pesar de todo alguien desesperado se empeña en afirmar que somos de algún modo perfectos, simplemente sonreiremos; si se dice entonces que no, que no somos perfectos, pero que Dios nos creó, que creó lo imperfecto, se sigue naturalmente que sería o bien un artífice deficiente, lo suficientemente irresponsable para emprender una tarea para la cual carecía de la pericia técnica necesaria, es decir un idiota; o bien, se puede deducir que tiene la capacidad técnica, pero que decidió deliberadamente hacerlo mal; sería entonces un ente que realiza mal una labor a propósito, calculando de antemano el dolor que causará con su sabotaje, para satisfacer acaso una morbosa diversión. En ningún caso puede ser Dios. Luego, no existe.

Ahora bien, si Dios creó el Universo, tiene que haberlo hecho por alguna razón. Pero, ¿qué razón pudo ser esa si no le faltaba nada dado que su perfección es infinita y eterna? Si tuvo una razón para crearlo es entonces un esclavo de su querer, de sus apetitos que lo obligaron a salir de su perfecto equilibrio y lo obligaron a hacer algo diferente de lo que estaba haciendo antes. El pobre Dios aburrido, decidió crear un patético espectáculo de dolor interminable para su horrorosa y sádica diversión. Pero en ese caso no sería ya Dios, si no su opuesto. Luego, no es Dios, no existe.

Si no es posible establecer ninguna razón que motivara a Dios, habría entonces actuado sin razón, como un demente, como un loco; es decir, sería el retrato de un ser profundamente imperfecto, que actúa a impulsos irracionales, que sufre de incontrolables accesos de fiebre creativa en las que sus horribles creaciones se retuercen en agonía; un irresponsable, un ser despreciable, un sádico. Entonces este artista loco o este sádico, este depravado, no es Dios, no puede ser Dios. Luego no existe.

Si Dios necesita gobernar el Universo, o el Universo necesita ser gobernado, es porque este es imperfecto y necesita ser vigilado. Necesita ser vigilado porque fue mal diseñado. Si el Universo no es perfecto, Dios, que es perfecto, no pudo haberlo creado. Si lo creó entonces es un arquitecto mediocre, que ha cometido incontables errores técnicos y terribles omisiones. La cualidad de Dios "creador" niega la cualidad de "gobernador", son incompatibles. O es gobernador, o es creador, y sin cualquiera de estas dos cualidades, no es Dios. Luego, no existe.

La multiplicidad de Dioses demuestra que no existe ninguno. El que Dios no tuviera el suficiente poder para expresarse como él mismo con una voz atronadora que llegara en este mismo momento clara a nuestros oídos desde el cielo, como un rayo, sin necesidad de intermediarios idiotas, esquizofrénicos y tergiversadores.

Ello sólo demuestra su pusilanimidad y cobardía para ser increpado por las mayorías dolientes, por los miles que agonizan, por las mentes más despiertas de la humanidad que se afanan en sus laboratorios y quirófanos para aliviar el dolor del mundo y que le harían muchos cuestionamientos respetuosos y gráciles... Y otros no tanto, aunque seguro todos dignos de ser contestados. Tendría razón en temer. Lincharíamos al maldito, aunque fuera con nuestro silencio y nuestras miradas.

En lugar de ello, nos lo presentan ya como un criado al que pedirle cosas, ya ahora yendo y viniendo a hurtadillas, cuchicheando en los oídos lujuriosos de los religiosos pederastas y encubridores que por otra parte ansían la confesión de los pecados para su propio deleite morboso.

Dios demuestra su falta de información, su impotencia y su incapacidad para gobernar el Universo al apoyarse en una burocracia inepta y corrupta que comete toda clase de crímenes en su nombre y que se apoya en una riqueza y desfachatez casi tan grande y evidente como su falsedad al atropellar descaradamente los principios que dice seguir.

El hecho de que él requiera la confesión de nuestros pecados ante sus lacayos según la versión de estos últimos, demuestra que esa entidad metafísica carece de la capacidad de omnisciencia, luego no es Dios.

Dios ha demostrado tanta habilidad para gobernar el mundo como la de un perfecto imbécil, muy inferior a todos los líderes religiosos que enferman a la humanidad desde hace milenios, como el más despistado de cuantos dictadores han intentado conquistar el mundo; se ha revelado ante nosotros con unas capacidades retóricas y diplomáticas muy inferiores a los más abyectos líderes políticos que la humanidad ha conocido, luego, no existe.

Mientras tanto, la ignorancia, el abuso, la maldad y el sufrimiento existen de manera palpable. Los únicos que han hecho algo para paliar esos efectos son, precisamente, sus detractores. Científicos, médicos y todos aquellos rebeldes a los designios de la divina providencia. Sus enemigos jurados tienen una superioridad moral que los impulsa a hacer el bien sin ningún fin ulterior. Son mejores, más buenos, inteligentes, justos y poderosos que Dios. Luego, Dios no existe.

Dios no es infinitamente bueno: el Infierno lo atestigua. Se supone que Dios podía, en su entera voluntad, no habernos creado, pero nos creó. Se supone que Dios podía, dado que era bueno, perfecto, justo y poderoso, crearnos buenos a todos, pero somos buenos y malos.

Se supone que Dios podía, dado que era bueno, admitirnos a todos en el Paraíso, pero según su burocracia eso no es posible. Se supone que Dios podía, dado que era infinitamente bueno, no admitir a los malos en el Paraíso, antes que condenarlos al tormento y el castigo eterno, pero con eso es con lo que amenazan a los niños.

Entonces, dado que según los creyentes el Infierno existe, Dios no es infinita ni eternamente bueno y misericordioso. Dios, al gobernar el Universo y siendo infinitamente poderoso e infinitamente bueno eliminaría el sufrimiento. Pero no lo hace: o Dios no tiene el poder para eliminar el Mal, y por lo tanto no es infinitamente poderoso; o Dios no quiere eliminar el Mal, por lo que no es infinitamente bueno. O Dios no es infinitamente poderoso, o no es infinitamente bueno. O Dios quiere el Mal o no puede evitarlo.

Ahora bien, ¿el Diablo es un enemigo o un lacayo de Dios? Si es su enemigo, entonces no es todopoderoso puesto que no puede destruirlo, luego no es Dios, es entonces un pobre, frustrado, impotente.

Si por el contrario, no es su enemigo si no su lacayo, entonces no es todo bondad y amor; es un Dios castigador, sanguinario, vengativo, cruel, despiadado, que no asume ni siquiera la responsabilidad de ser él quien ordena las torturas, es en pocas palabras, un despreciable cobarde, que contrata a un asesino para realizar el trabajo sucio. Luego, no es Dios.

Se supone que Dios nos ha creado defectuosos, imperfectos y malos, pudiendo habernos creado buenos, virtuosos y responsables. Sin embargo, ese personaje Dios se reserva el papel de Juez, pudiendo castigarnos y recompensarnos.

Si él nos creó, entonces la responsabilidad de nuestros males es toda suya; además de ser un Juez indigno, corrupto e injusto que viola las leyes más básicas de la reciprocidad (penas eternas por pecados temporales, premios eternos por acciones limitadas) el hombre, al ser una masa amorfa a la que le fue dado el ser sin inquirir sus deseos no pudo haber elegido ser hecho de forma deficiente, mala e imperfecta; luego no es responsable de la maldad que pueda manifestar.

Dios es un Juez injusto, porque debería juzgarse a él mismo con rectitud y asumir sus responsabilidades, omisiones y errores.

El hombre, que es imperfecto, hace méritos para merecer la recompensa y lo hace de manera que ese bien que logra es ridículo e imperfecto, limitado como él mismo. Sin embargo, Dios lo recompensa con un Paraíso perfecto e ilimitado.

Ese personaje Dios es injusto porque castiga el mal limitado con un castigo eterno e ilimitado, y premia el bien limitado e imperfecto con un cielo eterno y perfecto. El hombre no puede ser recompensado ni castigado. El hombre es el cordero que paga los pecados de un Dios inexistente.
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